Cabe destacar la participación de jaime Sabines, quien hace una narración poética de Juan Rulfo, mientras el espectador se deleita con una cáma subjetiva montada en una bicicleta, dando vueltas a través del zocalo capitalino, comenzando la paradoja de movilidad y contraste entre distintas generaciones, ideas y pensamientos enfrentándose entre sí.
Gámez rescata posteriormente en Tequila (1992), la narración a través de secuencias yuxtapuestas, ejerciendo una postura visual propia del lenguaje mexicano, exaltando símbolos, llegando inclusive a la fetichización de los mismos.
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