Ícaro: Declive del cine mexicano en el siglo XXI
Xchel Carmona López
Instituto de Artes
2018
México ha sobresalido a lo largo
de la historia del celuloide debido a su particular mirada que engloba en sí,
un significante a partir de símbolos, gestos y ambientaciones que surgen desde
una mirada artística, para implantarse como estandartes sociales del
subconsciente. Dicha mirada creó un cliché también a nivel internacional sobre
la sociedad mexicana a principios del S. XX, la cual descansaría también dentro
del imaginario mexicano: la vida campirana, el matriarcado materno, la
modernidad, el prejuicio y clasismo, sobrepasando épocas, generaciones y
costumbres.
Desde la llegada del
cinematógrafo a México en el periodo porfiriano (1896), la búsqueda por descifrar
la identidad del mexicano a través del cuadro por cuadro, deviene en situaciones
cercanas al contexto histórico del país. Primero, con historias afines a la
burguesía afrancesada del porfiriato, con historias como Don Juan Tenorio (Toscano, S., 1899) o la recreación de la
Independencia de México (1907); posteriormente, en la transición
revolucionaria, se vivió un auge de fotógrafos y cineastas que perseguían las
contiendas bélicas, enalteciendo figuras como Pancho Villa o Emiliano Zapata, documentando la marcha –y
decadencia- de las fuerzas libertarias. Pero es hasta finalizado el conflicto
revolucionario donde se suscita la aparición de filmes enigmáticos,
influenciados por el modelo vasconceliano de mirar a México, el cual engloba principalmente, el grabado, el
muralismo, la fotografía y el cine, por supuesto.
Conceptos sobre el indigenismo y
el mexicanismo se formularon, conjuntando así la historia mística
(mágica-cósmica) prehispánica, el modernismo y la modernidad vislumbrada para
la sociedad mexicana, en mira hacia un futuro poco distante, tratando de anticiparlo (Aumont, 2002: 43). Así es
como la denominada Época de Oro abre una brecha que impactaría al imaginario
moderno del mexicano.
Es imposible olvidar las
representaciones que formularon a manera de epígrafe, un vuelco iconoclasta que
marcó definitivamente el papel de la mujer como madre, epicentro de la familia.
Sara “Sarita” García inmortalizó a la
madre abnegada y abuela apapachadora,
pero sobre todo un mar de lágrimas instantáneo que solo enarbolaba la sujeción
a estereotipos florecientes para males antiquísimos.
Podemos situar también la
representación, un desfile sin fin de arquetipos clasistas como son: el indio,
el pobre, el ranchero, el macho y el ciudadano moderno, generados bajo la
mirada occidentalizada del progreso.
Encontramos en cintas como Nosotros los pobres (Rodríguez, 1948), Ustedes los Ricos (Rodríguez, 1948) y Pepe el toro (Rodríguez, 1952),
apoplejías en pos de un constructo social alienado a una homogeneidad, instaurada
como un ideal que se ve desprovista de su velo al final del milagro mexicano decayendo en una
barbarie triste del tecnicolor.
Años más tarde, el surgimiento
del cine de ficheras, que a
comparación del cine de la época de oro,
delimita la fantasía asimilada al rompimiento de la ilusión baudrillardiana,
mostrando a vedettes como Lina Santos, Angélica Chaín y Sasha Montenegro (viuda
del ex presidente José López Portillo), como epicentro en el que se desenvuelven
las centenas de sexy comedias, donde
el machismo y la objetificación de la mujer, son la principal atracción de la
cinta, que además, coincidentemente enaltecen
al régimen imperante, con sugestivas suposiciones sobre los logros del
presidente en turno, con el objetivo de brindarle credibilidad ante la sociedad
mexicana.
“-…y mandó a pedir mucho armamento, y patrullas nuevas cuate-
-además ha reclutado nuevo personal, nueva gente muy
calificada, de lo mejorcito-
-oye, ¿y cuándo será todo esto?-
- en unos seis meses chaparro, ¡no comas ansias!...- (sic).”[1]
La aparición de consignas y
mensajes de contenido político, específicamente partidista, fue una práctica
implementada durante el régimen nazi alemán, donde destaca la participación de
la cineasta Leni Riefenstahl (1902-2003) y su estética en función del régimen
totalitario en aras de plasmar la utopía que éste perseguía.
En la cinta Nosotros los pobres (Rodríguez, 1948), se puede leer la consigna
“¡SI EXISTE!”, pintada en la pared de la vecindad donde se lleva a cabo la
mítica escena que catapultaría la carrera como actriz, de Evita Muñoz
“chachita”: -¡Chachita te cortaste el pelo!...-. Cobra relevancia, puesto que
de algún modo contesta a la frase “DIOS
NO EXISTE” contenido en el mural Sueño de
una tarde dominical en la Alameda Central de Diego Rivera, develado meses
antes del estreno de la cinta en 1948, en el Hotel del Prado de la Ciudad de México.
Dicho mural causó un gran revuelo en la sociedad mexicana, profundamente
apegada al culto católico/guadalupano, culminando en un atentado contra el propio
mural, días después de su presentación en el lobby del hotel.
Podemos plantear hasta este punto,
una composición del cine mexicano en la que el tiempo se suspende, logrando que
los arquetipos generacionales que confluyen hasta el día de hoy, sean convertidos
en clichés de venta segura que además
se ofertan como escaparate de ideales teológicos, sociales y políticos, así
como aparatos para el reforzamiento del clasismo y la superioridad de minorías
elitistas y ortodoxas, contraria al ideal de Vertov del cine “como instrumento
para comprender el mundo en que vivimos” (Aumont, 2002: 23), puesto que si no,
podría el espectador tomar consciencia sobre el hecho. Tales clichés son
adaptados de forma reiterada para la televisión abierta en forma de soap operas, telenovelas melodramáticas
inspiradas en historias como la Cenicienta o Romeo y Julieta, arrojando creaciones
como María Mercedes (1992), Marimar (1994) y María la del Barrio (1995).
Desgastes del cine como Punto y aparte (del Toro, 2002) o Pink (del Toro, 2016) ilustran perfectamente
el destino al cual ha sido llevada la comercialización del cine, creado a
través de la lente televisiva en la que caracterizaciones de los anticuados
estereotipos –el rico, el pobre, el citadino, el pueblerino, etcétera-
establecen una barrera poco discernible para el espectador entre el cine y de
televisión, por lo que traslapa el tiempo establecido entre ambos, desprovisto
de cualquier tipo de propuesta escultórica del ritmo y el tiempo, como plantea
Tarkovsky (Ibid: 41), influyendo en el realismo cotidiano.
La premisa no solo plantea la
suspensión del tiempo en el espectador, sino, una permanencia de la memoria en
una época precisa, ocasionando la estadía en una época precisa de necesidad, de
reconstrucción con un trasfondo partidista elongando el propio estancamiento
social prevaleciente en México.
El fenómeno del cine mexicano
comercial viene en detrimento al incluir co-producciones con las principales
filiales televisivas, mismas que a su vez representan intereses particulares
afines a círculos de poder ortodoxos y que parecieran aprovechar éstos huecos de la memoria y la expectación
pasiva de los espectadores, para introducir nociones de orden y consumo.
La tendencia derivada del
fenómeno anterior, provocó el exilio de directores a brazos abiertos en
Hollywood durante la última década, lo que irónicamente posicionó a México
mundialmente, impulsando a cineastas de distintas procedencias a generar
proyectos autogestión, bajo una mirada propia y desmitificada.
HELI (2013) de Amat Escalante y El
Infierno (2010) de Luis Estrada proponen una visión para el conflicto
bélico desatado por el enfrentamiento al narcotráfico durante el sexenio del ex
presidente Felipe Calderón (2006-2012), ante la coartación de la información
por parte del estado, abordando situaciones que ocurría cotidianamente, como es
la violencia y trasiego en torno al narco.
Ambas cintas tuvieron difusión nacional, creando una gran controversia, en
torno a la veracidad sobre la realidad, la cual se hallaba censurada por
mandato presidencial. Podemos considerar éste momento como una nueva sacudida para el cine, el cual se
hallaba inmóvil, con algunos destellos de directores que comenzaban a
consolidarse, como Iñarritu, del Toro o Cuarón
Bibliografía
Aumont, Jacques, 2002, Las
teorías de los cineastas. Paidós, Barcelona, España.
Baudrillard, Jean, 1996, El
complot del arte. Ilusiones y desilusiones estéticas. Senz & Tonka,
París, Francia.
Material visual
HELI (2013) Dir. Amat Escalante
El Infierno (2010) Dir. Luis
Estrada
Punto y aparte (2002) Dir.
Pink (2016) Dir.
María Mercedes (1992) Prod. Inés
Rodena
Marimar (1994) Prod. Inés Rodena
María la del Barrio (1995) Prod.
Inés Rodena
Nosotros los pobres (1948) Dir.
Ismael Rodríguez
Ustedes los Ricos (1948) Dir.
Ismael Rodríguez
Pepe el toro (1952) Dir. Ismael
Rodríguez
Don Juan Tenorio (1898) Dir.
Salvador Toscano
[1]
Diálogo entre José René Ruiz Martínez “Tun Tún” y Luis de Alba “Juan Camaney”,
en la cinta Los Verduleros II
(Martínez Solares, 1987) en relación con aspectos de seguridad en el sexenio de
Miguel de la Madrid.
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