martes, 11 de noviembre de 2014

Woody Allen: el ser humano dual, visto desde la comedia.
Músico, guionista, director, escritor, dramaturgo, actor, en fin, un hombre con mil facetas, Woody Allen es un artista prolífico, entregado a un estilo que si bien por momentos puede resultar monótono y predecible, siempre brinda profundas reflexiones acerca de la condición humana, a partir de esa visión cínica acerca de la dualidad mente-cuerpo, en la cual, como asegura en “Love and Death”, el segundo es el que se lleva la mejor parte.
Es precisamente esta visión de la humanidad, influenciada por el psicoanálisis freudiano principalmente, al cual ha asistido en terapia durante prácticamente toda su vida, enriqueciendo sus tramas con los dilemas y postulados de esta corriente psiquiátrica, además de los análisis profundos y divertidos de diversos filósofos y científicos, la que le ha permitido, a través principalmente de la comedia, aunque con excelentes exploraciones del drama y el thriller psicológico, siempre mantener el interés del espectador, quien se ve reflejado, confrontado e incluso ofendido por las abiertas críticas que realiza este personaje en todas sus obras.
Podríamos decir que Allen basa sus películas, las más importantes al menos, en crear personajes que se vinculan al extremo de cualquiera de las dos caras de la dualidad. Por un lado podemos encontrar hombres y mujeres frívolos, distantes, ensimismados en una reflexión constante de la vida que no les permite explorar sus emociones, las cuales terminan desbordándose. Estas mentes sin cuerpo/alma solo saben quejarse de un mundo que al no ajustarse a sus caprichos intelectuales, desprecian y juzgan crudamente. Se caracterizan por ser gruñones, inconformes, pasivos, solitarios, con relaciones disfuncionales, infieles, además de siempre carecer de una sexualidad sana, frígidos y frígidas, al ser la inconformidad su única alegría.

Por otro lado, Allen nos expone a esos que son puros cuerpo, viscerales, regularmente torpes o ignorantes pero alegres, sexuales, o simplemente resignados a su condición, sin mayores aspiraciones, lo que podríamos llamar personas simples. Estos personajes regularmente son mujeres jóvenes, inexpertas, que se encuentran con su contraparte racional, y que al darse este encuentro, en una serie de altibajos que pueden ser dramáticos o cómicos, terminan por generar una reflexión sobre lo arbitrario de la dualidad, pues los intelectuales se vuelven torpes ante la naturalidad, y quien se dice visceral termina adoptando cierta conciencia de su condición. El motor para que esto suceda es esa combinación entre sexo y amor al cual llamamos pasión. 

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