Esculpir en el tiempo
Andrei Tarkovsky
Tarkovsky
fue un cineasta soviético que en 25 años de carrera produjo únicamente 7
largometrajes y sin embargo influyó considerablemente en la historia del cine mundial. Su padre
fue un gran poeta, que durante la 2ª guerra mundial perdió una pierna siendo
corresponsal de guerra. Tarkovsky incursionó en muchas áreas del conocimiento
antes de volverse cineasta, estudió música, pintura, escultura, lenguas, incluso
geología. Luego de trabajar un solitario año en Siberia, decide hacerse
director de cine y en 1954 entra a la escuela de cine VGIK (Instituto Estatal
de Cinematografía Panruso). Su primer largometraje “La infancia de Iván” obtuvo
el León de Oro en el festival de cine de Venecia, (aun cuando este primer filme
no presenta muchas de las características estilísticas de su obra posterior), y
a raíz de la fama obtenida, fue vigilado muy de cerca y limitado por las
autoridades Soviéticas en tiempos de la guerra fría.
Debido
a esto, varios de sus filmes sufrieron censura y bajo presupuesto, por lo que
emigra a Italia y después a Suecia, para poder producir con mayor libertad. Sin
embargo, contrae cáncer y muere a finales de 1986 a la edad de 54 años, su
pieza póstuma “Sacrificio”, fue terminada de dirigir desde la cama de un
hospital.
En Esculpir en el Tiempo, Tarkovsky
reflexiona acerca de su hacer como productor cinematográfico, considera
necesario analizar su propio trabajo. En la presentación se hace una pequeña
reseña de la producción de Tarkovsky. Ya en la introducción Tarkovsky habla de
los motivos que le llevaron a escribir este libro, entre ellas las cartas que
muchas personas le han enviado con motivo de su película El espejo. Que fue aclamada y detestada por igual, personas de la
más diversa índole escriben al autor para compartir su preocupación por
comprender, o su admiración por la sensibilidad con que trata temas que tocan a
todos.
Otra
de sus motivaciones era el no encontrar textos sobre teoría cinematográfica que
cumplieran sus expectativas, así como exponer sus puntos de vista sobre las
posibilidades específicas del cine.
Los comienzos
Esta
sección del libro cuenta de las primeras producciones cinematográficas de
Andrei, su cortometraje final El violín y
la apisonadora así como de La
infancia de Iván[1],
sobre este último dice Tarkovsky de cómo a veces es mejor no hacer
versiones fílmicas de obras literarias, pues en ocasiones la belleza de tal
producción reside en la prosa y es imposible transmitir eso en imagen.
Sin
embargo, este texto bélico otorga a Tarkovsky la posibilidad de explorar en lo
fílmico la crudeza de la guerra no en su violencia, sino en la tensión que
describe Vladimir en los momentos entre ataques. La historia que sigue al
personaje hasta el momento de su muerte, refleja una mirada más realista, sin
auras, del “héroe”. Y el personaje del pequeño, al que la guerra ha arrebatado
todo, es lo que más inspiró a Tarkovsky, aún cuando en muchas otras cosas no
congeniaba con el literato. Al respecto nos dice que muchas veces el guión
literario es transformado por el director en guión de dirección, siempre que no
se pierda de vista el objetivo general.
Andrei
afirma que lo que más le atrae del cine son las conexiones poéticas que el cine
permite. Ya que la lógica poética es la que más se semeja el pensamiento
humano, aún cuando la lógica racional de sucesos concatenados con un inicio y un fin es lo que más se tiene
estandarizado.
A
diferencia de la lógica especulativa, en el arte son las relaciones asociativas
que mezclan razón y emoción a un tiempo lo que enriquece el discurso. Es
también una forma de no darle conclusiones al espectador, sino hacerlo
partícipe de la construcción de las imágenes. “Al hablar de poesía no estoy
pensando en ningún género determinado. La poesía es para mí un modo de ver el
mundo, una forma especial de relación con la realidad”.[2] El artista como
investigador de la vida[3].
Tarkovsky
también señala la importancia de considerar tanto la visión subjetiva del
creador, como la representación objetiva de la realidad. Esto lo
menciona porque muchas veces se hace solo énfasis en conseguir una imagen
símil, pero hueca de la vida.
Otra
cosa que menciona el autor, es sobre la especificidad del cine, y cómo en su
época se encuentra truncada por la influencia de otras artes como la
literatura, la pintura o el teatro. Pues hay estándares y fórmulas de estas
artes en las que muchos directores se apoyan, pero en la visión de Tarkovsky
esto sólo trunca las posibilidades específicas del cine. Él habla de una lenta
evolución de este arte, en el que en algún momento llegará a su independencia;
pero, en la actualidad, observando la infinidad de producciones
cinematográficas, con infinidad de efectos especiales, movimientos de cámara, y
edición, me pregunto si en verdad se ha llegado a ese punto. No hay producto
audiovisual actualmente que pueda presumir de ser único ¿acaso importa?
Para
Tarkovsky el cine tiene la posibilidad de representar la vida, con toda la borrosa inexactitud que en la memoria queda de
los eventos sucedidos. Tarkovsky rechaza la mera ilustración en la puesta en
escena, la transformación de ésta en meros signos, pues entonces es un “esquema
lleno de mentira”[4].
Como
se mencionó al principio, La infancia de
Iván no tiene muchos de los rasgos que caracterizan su producción
posterior, ya que muchas de las cosas expuestas en este libro las aprendió
durante la filmación de la misma o incluso después.
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